jueves, 7 de enero de 2016

"¡Tú fuiste pájaro!...¿Por qué no remontas en alas?..."


"¡Tú fuiste pájaro! Me dice la nube ¿Por qué no remontas en alas? ¿Por qué no alzas la mente y elevas sus alas hacia esos mundos que saben de vida plena y del sencillo hablar?. Tú fuiste pájaro un día... ¡Vuela!" Benjamin S .Parravicini

Portada del hermoso libro "El lenguaje de los pájaros"
Vivo en una ciudad. Realmente me asombro al contemplar a las pequeñas criaturas aladas, su adaptación a las urbe: en una acera gris y sucia llena de colillas y publicidad pisoteada veo a los gorriones, saltarines y alegres. Un águila surcando el cielo mientras espero en una esquina a que cambie el semáforo entre el trajín de transeúntes nerviosos mirando la pantalla de sus smartphones. Un petirrojo se acerca, curioso a observarme mientras espero en un banco de una plaza, entre botellas de cervezas y vasos de plástico desperdigados por el suelo. Las grises y denostadas palomas también sobreviven en la urbe gris. Son fieles a quienes les dan de comer. Te reconocen y te esperan todas las mañanas, te saludan gorjeando y te miran fijamente a los ojos. Toman el sol y se limpian el plumaje, no les importan ensuciar los ilustres monumentos y edificios, ilustres tan solo para los hombres porque para ellas son solamente un buen lugar para tomar el sol . En fin, para ellas son únicamente piedras.

Conozco un lugar de espesos matorrales hogar de dieciocho gatos. Entre las ramas de un gran álamo que crece cerca de mi ventana han anidado una pareja de palomas y una pareja de urracas. Una pareja de halcones anida en un nido artificial en la azotea de un edificio municipal en pleno centro de la ciudad. Entre dos carreteras crece una falsa acacia entre el vaivén loco de los automóviles. Crece fuerte y tiene una copa espesa, llena de vida. Es un árbol maestro.


Con los primeros rayos del Sol, hermosas aves, os oigo cantar, cortos trinos, suave piar entre ramas, el graznido de las urracas... Sus vuelos surcan de aquí para allá, ramas y cielo abierto. Al caer la tarde los rayos del Sol se alejan, arropan a los pájaros y los devuelven junto con ellos a su morada, a su reino, protegidos de la oscuridad hasta que pase la noche... Para retornar, una vez más, a anunciar el paso de la Luz, de un nuevo día.


Ajenos a la irrupción tan destructora que ha hecho el humano en el paisaje ancestral que han conocido desde generaciones, los pájaros se mantienen bellos y puros, gráciles y ligeros.


Sobreviven en la urbe gris y polvorienta, tan contaminada de estrés y rutina, de suciedad y humos.  ¿Qué fuerza les mantiene, los alimenta, les da cobijo ? La misma que lo impregna todo.

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