jueves, 17 de mayo de 2018

El Adiós de Mozart: La Cantata Masónica y el Réquiem



Sobre el  Réquiem de Mozart circularon muchas leyendas, lo cierto que a día de hoy se sabe que fue el encargo al compositor de un conde llamado Walsegg para honrar a su difunta mujer. Dicho conde pagó por anticipado una gran parte de dinero a condición de que el compositor permaneciera en el anonimato y adjudicarse la obra el mismo Walsegg. Mozart empezó a trabajar en la obra alrededor de junio de 1791. El hecho de que quedara inconcluso y la muerte de Mozart en los meses siguientes, hicieron nacer el mito. 

Según númerosas fuentes Mozart comenzó a sentirse enfermo durante la preparación de su opera La clemenza di Tito en el mes de agosto de 1791 y fallece el 5 de diciembre del mismo año. En esos meses de enfermedad, Mozart compone el concierto para clarinete K. 622 y recibe el encargo del Requiem el cual nunca llegará a terminar. Con mucha premura y decisión, junto a Emanuel Schikaneder, componen La Flauta Mágica obra que está muy ligada a los ideales masónicos . En los meses siguientes Mozart se dedicará a terminar varias obras entre ellas la cantata masónica K. 623. 

En su obra biográfica Mozart del matrimonio Jean y Brigitte Massin nos desvelan algo del encargo del  Réquiem:


Son obras de Mozart las dos primeras partes (Réquiem y Kyrie) Los cinco fragmentos del Dies Irae, Tuba Mirum, Rex tremendae, Recordare y Confutatis. El Lacrymosa está bosquejado por Mozart, pero hasta el último compás ( hasta las palabras "judicandus homo reus")
Finalmente, el Sanctus el Benedictus y el Agnus Dei son por entero de Süssmayr.
Según palabras de este último: "Se pidió a varios maestros que se encargaran de terminarlo, finalmente el asunto llegó a mis manos" Süssmayr sólo intervino después de haberlo hecho Eybler, quien se desinteresó del tema. Creemos que Mozart no deseaba terminar la obra, y habló con Süssmayr antes de morir para que la acabara él: la leyenda parte de este hecho para dramatizar el episodio y falsear su sentido.
¿Por qué este encarnizado afán de Constanza y los suyos de negar toda injerencia extraña en el Réquiem? La razón es exactamente la misma que ha empujado a Schindler y a otros a desfigurar el verdadero rostro de Beethoven, a destruir algunos de sus papeles, etc. En el caso de Mozart, va emparejado con la destrucción de las cartas masónicas y otros documentos comprometedores.  Difamaciones sobre si era un libertino, sus deudas... Además ha muerto sin haber recibido los últimos sacramentos, sin haber visto un sacerdote.
Todas las últimas obras de Mozart fueron implícitamente o explícitamente masónicas.
El Réquiem resultaba ideal para compensar tantos elementos desastrosos para la memoria del gran hombre. Bastaba con hacer de él el eje de toda la vida de Mozart durante los últimos meses; en lugar de ser una obra de encargo, aceptada por un hombre financieramente sin recursos, el Réquiem se convertiría en la obra dictada a Mozart por un misterioso mensajero, casi por orden sobrenatural; la obra que habría acaparado toda su atención, requerido todas sus fuerzas, la obra en la que habría visto su propio fin anunciado por el mismo Dios, y cuya importancia se agrandaría por el hecho de estar inacabada, en el momento en que se reconociera por fin que no fue terminada.
De esta manera, Mozart se  habría preparado piadosamente para la muerte componiendo una obra piadosa , su último pensamiento habría sido una oración de la liturgia católica más ortodoxa. La policía, la censura y el clero de Viena podían aprobar sin reservas un final tan edificante para un gran genio.

Si Mozart no terminó el Réquiem es porque no lo consideraba como su obra más importante, es porque otras composiciones que -sí pudo llevar a buen fin- le interesaban mucho más.
Dicho esto, no significa en absoluto que el Réquiem haya sido para él un enojoso deber, ni tampoco que no le haya emocionado.  El encargo de un Réquiem hecho en esas condiciones, debió causarle una viva impresión. Creemos de buen grado que durante un paseo con Constanza por el Prater y sobre su lecho de muerte, dijera que el Réquiem estaba destinado para él- y toda la leyenda ha podido gestarse a partir de ahí" Nos comentan en su excelente y documentadísima biografía sobre Mozart, el matrimonio Massin.


 Este hecho no quita la magia al asunto, ya que el momento del encargo con un Mozart  ya muy enfermo, consciente de su partida de este mundo, otorgó e impregnó a la obra de una profundidad  y una carga espiritual única. No hay oscuridad en el Réquiem de Mozart, se percibe humildad y respeto. Dos cualidades que la amiga muerte, como la llamaba Mozart, viene a recordarnos. Aporta luz y apacigua emociones tan encontradas, a la vez que es excelsa, pero sin caer en presunciones. Escucharla con calma, nos devuelve la sobriedad necesaria para afrontar cualquier momento y percance de la vida.



Recomendamos como audición alternativa a la versión más difundida (la versión de Süssmayr) la versión de Richard Maunder, conducida por el director Chistopher Hogwood donde Maunder hace un exhaustivo análisis y elimina del Réquiem todo lo que no es de Mozart, agregando una fuga titulada Amen, después del Lacrimosa. Una versión sobria y emotiva con un coro de niños y hermosas voces solistas.


Edición en CD del Requiem de Mozart conducido por Christopher Hogwood




Volvemos con los autores de la biografía de Mozart, a la opinión tan interesante que rompe el mito en torno al Réquiem:


"Y por muy dueño que fuera Mozart de su conducta musical, ¿podía continuar ateniéndose a su primera idea, desde el momento que la expresión estética ya no era para él un juego abstracto?
En este caso el significado de esta gran obra esbozada sería más emotivo que si hubiera sido deseada desde su origen como la oración fúnebre de su autor. Es precisamente porque se niega a serlo por lo que queda inacabada. Cuando Mozart  ya no resiste el presentimiento de su próximo fin, conserva su heroísmo, prohibíendose al menos, llevar a él su arte. Y los pocos días que le quedan para crear no los consagrará a las angustias de la agonía, sino al canto magnífico de la fraternidad universal. Mozart nos dirige su último saludo. Y el adiós que Mozart hace cantar a sus hermanos, el que en secreto dirige sin duda a todos los que ama, nos habla de amor, de trabajo y de futuro para terminar con la palabra luz"


"Hermanos, enlacemos nuestras manos al terminar este trabajo con el sonoro fulgor de nuestra alegría. Y así como nuestra cadena rodea este lugar sagrado, que estreche a todo el globo terráqueo. Con nuestro alegres cantos demos gracias al Creador todopoderoso; la consagración se ha realizado; ¡debe terminar también el trabajo al que están consagrados nuestros corazones! Que venerar la virtud y la humanidad y aprender el amor a uno mismo y a los demás sea siempre nuestro primer deber. Entonces, y no solamente en Oriente y en Poniente, sino también al Norte y al Sur, brillará la luz"





Y esta obra es su última obra "Das lob freundschaft" (Elogio de la Amistad) Cantata Masónica en Do mayor (K. 623) Viena, alrededor del 15 de noviembre de 1791.

"Esta pequeña cantata no es solamente indispensable  para quien quiera meditar y comprender la Flauta Mágica y el corazón mismo de Mozart; da todo su sentido a la no terminación del Réquiem, constituye una de las más admirables victorias que un hombre haya conseguido jamás sobre la proximidad de su propia muerte. Con toda lucidez, Wolfgang se desinteresa de ella, para cantar con entusiasmo su alegría de vivir, y su esperanza de un mañana más fraternal para la humanidad".

Mozart, Jean y Brigitte Massin