Al igual que la danza,
la música es gesto, un gesto misterioso y físico, un movimiento que
remite a un insondable. También es número, porque está constituida
por sonidos reducibles a proporciones cifrables. El número es la
percepción de lo oculto, de su esencia y del misterio divino.
La música es pues,
filosofía. Conocer la música significa ponerse en contacto con las
leyes divinas y la belleza de toda creación.
La idea de la música
como ”número audible” se debe a Pitágoras. Cuenta la leyenda
que, mientras caminaba, pasó al lado de una fragua. Allí habría
oído las armonías producidas por los cuatro martillos que golpeaban
un yunque. Al pesar los martillos descubrió que sus pesos
respectivos eran 12, 9, 8 y 6 libras. La octava venía dada por la
relación de los martillos de 6 y 12 libras, es decir una relación
numérica de 2/1; la quinta por la relación de los martillos de 12 y
8 libras o de 9 y 6 libras, o sea una relación de 3/2; la cuarta por
la relación de los martillos de 8 y 6 libras, o también de 12 y 9
libras, es decir una relación numérica de 4/3; y el unísono por la
relación de los martillos de 9 y 8 libras. Estos intervalos
primarios (unísono, cuarta, quinta y octava) constituirán en la
Edad Media las consonancias perfectas.
El arte de los sonidos
es ante todo un asunto de proporción, cuya fuerza y belleza se debe
a que permite entrever el mundo puro de los números, una relación
de número y cantidad.
El conocimiento del
Número y sus propiedades (verdad, inconmutabilidad, eternidad) se
presenta como la meta fundamental del estudio de las ciencias y, más
especialmente, de la música, pues las proporciones de la música,
que actúan como metáforas sonoras de la Creación divina, conducen
asimismo a la revelación y a la contemplación del misterio de Dios.
“Gracias a la razón
divina, todas las cosas fueron establecidas en la armonía según el
orden de los Números. Antes de manifestarse a la sensibilidad,
existían en el modelo eterno e inteligible de la existencia
creadora, y es en virtud de esta ley matemática preexistente como
nacieron las innumerables combinaciones de los elementos, la sucesión
armónica de las estaciones y el movimiento de los astros y el
cielo” De arithmetica I, Boecio.
Boecio es el primero que
categoriza y clasifica la música en sus diversos aspectos al
enunciar su famosa trilogía:
1.Música mundana
2.Música
humana
3.Música instrumentalis
La música mundana o
“armonía de las Esferas”, no se trata de una música audible:
esta música de los cielos y de los elementos es la música de la
creación misma y resuena a través de la mediación de los ángeles
alrededor del trono celeste.
El hombre, en tanto que
microcosmos, también está regido por la armonía. Es el principio
unificador entre el cuerpo y el alma.
La música
instrumentalis es la tercera rama de la música. Concierne
propiamente al arte de los sonidos, tanto vocales como instrumentales
y al arte de la composición de una manera general. El alma del
hombre, que a semejanza con el alma del mundo posee un equilibrio, un
“acorde musical” puede ser el recptáculo de la música
instrumental. La música instrumentalis sostiene y fortifica el alma.
Los instrumentos musicales llevan dentro las leyes de la Geometría y las proporciones númericas.
Dibujo de la geometría del violín |
Dibujo de tapa armónica de un ukelele. |
Según Aureliano de
Réomé, la música obtiene su nombre de las Musas, esas hijas de
Júpiter que favorecen el arte de la memoria, un arte muy necesario
para que el hombre conserve la música en su mente. Las Musas son
las protectoras de las artes y del saber
Música proviene de las
Musas por las que se cree que este arte se volvió perfecto; o bien
de moys que significa agua, porque la música se descubrió en el
agua.
Extraido del libro La música en la Edad Media, de Olivier Cullin.
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