"El
hombre imitó con su voz el fluido cantar de las aves
antes de
que aprendiera el dulce canto para regalo del oído.
Y el silbo
del céfiro por entre las huecas cañas fue el primero
que enseñó
a los silvestres hombres a tocar el caramillo;
de ahí poco
a poco aprendieron los suaves lamentos
que la
nítida flauta derrama por los dedos que la tocan.
La flauta
hallada en el retiro de bosques y umbrías,
en las
soledades de los pastores y en su holgar divino".
De rerum
natura, Lucrecio
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