La Casa de Campo de Madrid es uno de los parques públicos más grandes
del mundo. Aunque a mí me gusta considerarlo más como un bosque mediterráneo
sobreviviente en medio de la ciudad, un oasis verde de encinas -algunas
centenarias-, robles y fresnos, zarzamoras, pinos piñoneros... surcado por
pequeños arroyos algunos de un encanto más propio de un bosque de montaña que
de un sitio tan lindero a la ciudad. Últimamente se están viendo varias parejas
de águilas imperiales surcar el espacio aéreo, además de garzas, cigüeñas,
picos carpinteros, palomas torcaces, herrerillos, carboneros, mirlos, martines
pescadores, ánades reales, ardillas, conejos, rapaces nocturnas y hasta
¡zorros! Es increíble el poder de la naturaleza, cómo se adapta a las
condiciones más hostiles, en este caso producidas por la mano del hombre. Uno
de los últimos refugios en medio de la gran urbe donde encontrar y poder
observar la vida silvestre, mientras disfrutamos de un paseo grato, un inmenso
pulmón en medio de Madrid, un remanso de vida para volver renovado. Valorémoslo y cuidémoslo. Es un verdadero tesoro y sobre todo, un inmenso regalo.
Ilustrado por algunas fotos que he ido haciendo por mis paseos en este
hermoso sitio.
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