Oración a un violín
La tierra te arropó con su silencio y la tenue luz de infinitas lunas bañó tus ramas y tu corteza.
Lo innombrable se ocultó bajo tus venas. Mientras, sobre tu magnífica
copa,
repleta de hojas con el color del sol, fueron el gran nido de la
vida; cuna y sostén de las todas las criaturas que viste nacer.
Arce, yo que soy humano... te llamo ¿Caminarás conmigo?
Negro como la tierra oscura, como la piel de la raza más antigua, vena de la noche y su hondura. Yo alabo en ti tu dureza y tu dolor.
Ebano... yo que soy tan sólo un humano ¿Caminarás conmigo?
Como un trigal dorado, henchido de atardeceres y del viento hermanado.
Mejores hombres que yo te alabaron antaño. Y con humildad, yo que
también soy humano, alabo en ti tu serena esencia.
Abeto... te llamo
¿Caminarás conmigo?
Alabo las manos del artesano, que con su ser
logró aunar los elementos para poder crear un instrumento, expresión de tantísimas emociones. Allá donde estés, hermano, yo también estaré.
Alabo las maderas
que yacen entre mis manos, mixtura de las esencias reunidas por el
anhelo más profundo del ser.
¡Derpierta pequeño violín, despierta y
camina conmigo!