Prisas y frivolidad en las calles abundan...
arrastrando tras de sí su inmundo vacío.
La humanidad perdida y ensimismada
corre con sus manos ocupadas
con un aparatito que le permite estar conectada...
Pero cada vez más aislada, en su cascarón material vuelve a encontrarse.
No tan lejos, un árbol iluminado por el Sol
recuerda que hay un Orden.
Bendito Orden.
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