sábado, 16 de abril de 2016

Acerca de las Redes (de caza) sociales





Cada vez abunda más en las redes sociales el exhibicionismo de la vida privada. Fotos de los hijos, la mayoría niños recién nacidos, los platos que se han comido, el oso de peluche que le regaló el novio-a, el finde con los colegas, el cumple de Paco, el aniversario de Manolo, en el funeral de la tía Paqui, la foto de la juerga nocturna con los ojos rojos del flash, sudado, despeinado y con cara de ebrio, el narcisista "selfie" el retrato a sí mismo con el fondo que más convenga para la ocasión: frente a un espejo en el baño, en la habitación, rodeado de la gente querida, en el paisaje de sus sueños... El último tatuaje, los cartelitos de compartir con la típica frase estilo Paulo Coelho, o "Dios te ama", "Comparte si quieres que bendiga tu vida", "Escribe amén si quieres que Jesús bendiga tu hogar", la frase en el muro declarándole a esa persona cuánto se la quiere y todo lo que ha hecho... Nunca como antes se había visto semejante desperdicio y mal uso de la información... Desperdicio, porque nada aporta, a no ser más fijación y enclaustramiento, nos sumergen más y más en nuestra pequeña celda virtual donde los carceleros son esos pequeños momentos que quieren ser expuestos ante los ojos de los demás para que nos consideren. Los que leen sólo se regocijan si el otro está bien o mal, viviendo pendientes de vivir hacia fuera comparándose continuamente con los demás. Si hay algo que comunicarle a esa persona que le escribimos en su muro ¿por qué lo exponemos ahí? Y así con cada detalle trivial de la vida cotidiana, qué interés puede tener para el otro a no ser fomentar la curiosidad malsana. ¿Tan alejados estamos de la vida tragados por el mundo virtual? ¿Qué pasaría si de la noche a la mañana dejara de funcionar internet? Tan viciada está la sociedad de este nuevo estilo de vida, que quizá ya nadie lo vea como una rareza, todo el mundo lo hace y lo acepta, dirán frases como soy libre para elegir a mí nadie me obligó, no me considero adicto lo uso porque es útil y me ayuda a estar informado y en contacto con mi familia y amigos. Un niño desde que nace ya tiene su álbum de fotos en el facebook. Su vida expuesta desde el nacimiento y transmitida el día a día, como en la película El Show de Truman. El derecho a la intimidad, a estar a solas consigo mismo, se está violando por las mismas personas desde el momento que deciden hacer uso de un aparato para exponer su vida. No sólo exponer su vida, sino alejados de la realidad, son muchos los casos que se cuentan de personas que en reuniones familiares o con amigos están pendientes más de su móvil que de las conversaciones, si no queda otra que hablar con las personas cara a cara enseguida corren a buscar en el youtube el video que se hizo viral del paraguayo borracho describiendo un accidente de tráfico, o al que le salió una araña por la nariz para divertir al grupo con el que se encuentra. Idiocracia total. Smartphone o teléfono inteligente, sí es inteligente pues toda inteligencia conlleva un dominio de la voluntad de uno mismo o de dominar a los demás y estos smartphones están logrando su propósito: una sociedad zombificada, pendiente y encerrada en una celda de espejos donde me considero más o menos persona viendo y comparando la vida que expone el otro, disfrutando del chiste fácil, el último vídeo o noticia viral que al día siguiente quedará en el olvido renovada por otra igual o peor de estúpida. La fugacidad y cantidad abismal de información hace que no pueda filtrarse y la persona envuelta en esa vorágine quede anulada para juzgar si le está beneficiando o por el contrario si le está haciendo desviarse de prioridades personales, embruteciéndola y llevándola por intereses no del todo claros... A quién beneficia, no lo sabemos bien, pero está claro que está habiendo un uso abusivo.

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