Cada
vez abunda más en las redes sociales el exhibicionismo de la vida
privada. Fotos de los hijos, la mayoría niños recién nacidos, los
platos que se han comido, el oso de peluche que le regaló el
novio-a, el finde con los colegas, el cumple de Paco, el aniversario
de Manolo, en el funeral de la tía Paqui, la foto de la juerga
nocturna con los ojos rojos del flash, sudado, despeinado y con cara
de ebrio, el narcisista "selfie" el retrato a sí mismo con
el fondo que más convenga para la ocasión: frente a un espejo en el
baño, en la habitación, rodeado de la gente querida, en el paisaje
de sus sueños... El último tatuaje, los cartelitos de compartir con
la típica frase estilo Paulo Coelho, o "Dios te ama",
"Comparte si quieres que bendiga tu vida", "Escribe
amén si quieres que Jesús bendiga tu hogar", la frase en el
muro declarándole a esa persona cuánto se la quiere y todo lo que
ha hecho... Nunca como antes se había visto semejante desperdicio y
mal uso de la información... Desperdicio, porque nada aporta, a no
ser más fijación y enclaustramiento, nos sumergen más y más en
nuestra pequeña celda virtual donde los carceleros son esos pequeños
momentos que quieren ser expuestos ante los ojos de los demás para
que nos consideren. Los que leen sólo se regocijan si el otro está
bien o mal, viviendo pendientes de vivir hacia fuera comparándose
continuamente con los demás. Si hay algo que comunicarle a esa
persona que le escribimos en su muro ¿por qué lo exponemos ahí? Y
así con cada detalle trivial de la vida cotidiana, qué interés
puede tener para el otro a no ser fomentar la curiosidad malsana.
¿Tan alejados estamos de la vida tragados por el mundo virtual? ¿Qué
pasaría si de la noche a la mañana dejara de funcionar internet?
Tan viciada está la sociedad de este nuevo estilo de vida, que quizá
ya nadie lo vea como una rareza, todo el mundo lo hace y lo acepta,
dirán frases como soy libre para elegir a mí nadie me obligó, no
me considero adicto lo uso porque es útil y me ayuda a estar
informado y en contacto con mi familia y amigos. Un niño desde que
nace ya tiene su álbum de fotos en el facebook. Su vida expuesta
desde el nacimiento y transmitida el día a día, como en la película
El Show de Truman. El derecho a la intimidad, a estar a solas consigo
mismo, se está violando por las mismas personas desde el momento que
deciden hacer uso de un aparato para exponer su vida. No sólo
exponer su vida, sino alejados de la realidad, son muchos los casos
que se cuentan de personas que en reuniones familiares o con amigos
están pendientes más de su móvil que de las conversaciones, si no
queda otra que hablar con las personas cara a cara enseguida corren a
buscar en el youtube el video que se hizo viral del paraguayo
borracho describiendo un accidente de tráfico, o al que le salió
una araña por la nariz para divertir al grupo con el que se
encuentra. Idiocracia total. Smartphone o teléfono inteligente, sí
es inteligente pues toda inteligencia conlleva un dominio de la
voluntad de uno mismo o de dominar a los demás y estos smartphones
están logrando su propósito: una sociedad zombificada, pendiente y
encerrada en una celda de espejos donde me considero más o menos
persona viendo y comparando la vida que expone el otro, disfrutando
del chiste fácil, el último vídeo o noticia viral que al día
siguiente quedará en el olvido renovada por otra igual o peor de
estúpida. La fugacidad y cantidad abismal de información hace que
no pueda filtrarse y la persona envuelta en esa vorágine quede
anulada para juzgar si le está beneficiando o por el contrario si le
está haciendo desviarse de prioridades personales, embruteciéndola
y llevándola por intereses no del todo claros... A quién beneficia,
no lo sabemos bien, pero está claro que está habiendo un uso
abusivo.
Contemplar este presente, para vislumbrar y entusiasmarnos con aquello que siempre queda, que permanece, porque conmueve, porque siempre aporta luz. La contemplación es un arte, el arte de saber observar con paciencia, discernimiento, comprensión, nos ubica en cada instante , nos centra. La contemplación nos demanda parar. No es un reposar ocioso, es un reposar responsable. Salirse del ruido mundano por un tiempo, para volver renovado, purificado. La Naturaleza, la música nos guía. Que así sea.
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